martes, 30 de enero de 2018

A 85 años. 30 de enero de 1933. Hitler es nombrado canciller de Alemania

Por Jessica Petrino



El 30 de enero de 1933, el presidente Paul von Hindenburg nombró a Adolf Hitler canciller de Alemania. Diez años atrás, Hitler había intentado acceder al gobierno a través de un golpe d
e Estado. Sin embargo, el golpe fracasó y Hitler fue enviado a prisión. A pesar de esto, durante esos años de aislamiento político, el Partido Nacionalsocialista Alemán (NSDAP) fortaleció su liderazgo, obligando al gobierno de la República de Weimar a ceder ante las pretensiones del militar austriaco.
“Compatriotas alemanes... el 30 de enero se formó un nuevo gobierno nacional. Yo, y conmigo el movimiento nacionalsocialista, nos hemos incorporado a él. Siento que el objetivo por el que tanto he luchado en los años pasados, ha sido alcanzado”, afirmó Hitler en su primer discurso en el cargo.
La “lucha” del futuro Führer representaba el arduo camino recorrido por su partido en la década anterior. La frágil estabilidad política y económica de Alemania entre 1925 y 1929 fue determinante para el fracaso de la NSDAP en las elecciones de 1928: únicamente 12 diputados consiguieron ser electos para ocupar un lugar en el Reichstag, el parlamento alemán. Sin embargo, la crisis mundial de 1929, fue fundamental para la emergencia del partido nazi. Tras la caída de la Bolsa de Valores de Nueva York, la economía alemana se desplomó y tres millones de trabajadores perdieron su empleo. Como consecuencia de la tensión social, agravada por los acontecimientos mundiales, el NSDAP sumó un gran número de militantes, convirtiéndose en la segunda fuerza política más votada en las elecciones de 1930 con 107 escaños ganados. En las elecciones presidenciales de 1932, el partido obtuvo la representación de 228 diputados, obligando así al oficialismo a negociar un acercamiento.
¿Podemos identificar la crisis económica como la única la causa de la emergencia del partido nazi? Desde una posición académica, Eric Hobsbawm señala que el ascenso de los movimientos de derecha europeos, entre ellos el nacionalsocialismo alemán, puede atribuirse a dos cuestiones fundamentales: en primer lugar, las consecuencias psicológicas de la Primera Guerra Mundial. La figura de “el soldado del frente que no pudo convertirse en héroe” fue una narrativa ampliamente utilizada, especialmente por el propio Hitler, para movilizar a un gran número de jóvenes soldados de clase media que padecía el desempleo a su regreso de la guerra. En segundo término, Hobsbawm subraya el temor a la Revolución rusa y a la importancia del movimiento obrero, el cual representaba una amenaza para los intereses económicos de vastos sectores que, eventualmente, apoyarían el ascenso de la derecha europea.
Tras asumir como canciller, Hitler comenzó la transición hacia un régimen totalitario que se intensificó tras la muerte del presidente Hindenburg en agosto de 1934. De esta manera, asumió el cargo de jefe de Estado y de comandante de las fuerzas armadas; se proclamó hrer, único líder del III Reich. El camino hacia la Segunda Guerra Mundial se había iniciado…

viernes, 5 de enero de 2018

A 50 años. 5 de enero de 1968. Primavera de Praga

Por Patricio Adorno




Desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, Checoslovaquia fue considerada la más dócil de las repúblicas satélites de la URSS. Liberada de la ocupación alemana por el Ejército Rojo, poseía las condiciones necesarias para que el Partido Comunista checo retomara el lugar privilegiado que había ocupado en los años previos a la conflagración mundial.
En este marco, Klement Gottwald, se convirtió en primer ministro de la República y  adoptó el modelo autoritario del gobierno soviético, manteniendo un férreo control sobre la sociedad, la prensa, y la economía. Gottwald fue secundado por Antonin Novotny, primer secretario del Partido Comunista checoslovaco desde 1953 y presidente de la república a partir de 1957. Sin embargo, y debido a su desprecio por los eslovacos, su permanencia en el cargo fue breve. En 1968 fue derrocado y reemplazado por Alexander Dubcek.
Dubcek no sólo era un nacionalista eslovaco, sino que también era un hombre profundamente imbuido de un espíritu reformista lo que lo llevó a iniciar un tímido programa de reformas sociales, políticas y económicas, que, inicialmente fueron aceptadas por Moscú. No obstante, la paulatina flexibilización de la economía, la reducción de controles y la creciente restitución de la participación obrera en la industria, crearon el clima propicio para que fermentara un germen liberal en el seno de una población.
Esta novedosa expresión popular vio condensadas sus aspiraciones en el “Programa de Acción de Gobierno”, presentado a comienzos de abril por Dubcek. Este documento, radical en esencia, propugnaba la reorganización del partido comunista y del gobierno checoslovaco, junto con la rehabilitación de las víctimas de las purgas de 1949, la restitución de Eslovaquia, el multipartidismo y el restablecimiento del parlamento.
Fue entonces cuando Moscú empezó a temer la gestación de un sub-bloque homogéneo entre Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania. Sobre todo porque las reformas checas recibieron un efusivo apoyo por parte de la mayoría de los partidos comunistas europeos, de los reformistas húngaros, y del propio Josip Broz Tito. El Kremlin, convencido entonces de la inminente amenaza que los cambios políticos en Praga implicaban para el planteamiento estratégico regional y global de la Unión, decidió el 20 de agosto de 1968, enviar a Checoslovaquia un conjunto de fuerzas combinadas soviéticas en el marco del Pacto de Varsovia. La invasión sorprendió al ejército checo: derrocó a Dubcek y puso fin a la aventura liberal checa en el centro de Europa.
Sin embargo, la semilla había germinado y el proceso de liberalización en el seno de la URSS, había dado su primer paso.