Martin Luther King,
ícono de la lucha contra el racismo y la segregación de la población
afroamericana, fue asesinado el 4 de abril de 1968, a la edad de 39 años. Hasta
la actualidad, las circunstancias de su muerte generan dudas.
El
reverendo baptista fue reconocido como líder del movimiento para los derechos
civiles en Estados Unidos a mediados de la década del 50. Su trayectoria como
referente de la población “negra” se inició con la campaña de boicot al sistema
de transporte en la ciudad de Montgomery, Alabama, desatada luego de que Rosa
Parks, una costurera de 42 años, se opusiera a respetar la política de
segregación que obligaba a las personas negras a sentarse atrás de los
autobuses y ceder sus asientos a los blancos.
Para
aquel entonces, King se unió al movimiento, pregonando la lucha a través de la
no violencia y organizando protestas pacíficas en distintos puntos del país,
incluyendo la marcha a Washington en 1963, donde pronunció su famoso discurso
“Yo tengo un sueño”.
Rápidamente,
Luther King se convirtió en un personaje de alta influencia política y logró
reunirse con el presidente John Fitzgerald Kennedy y el vicepresidente Johnson,
en la Casa Blanca. Tras el asesinato de Kennedy, Lyndon Johnson firmó la Ley de
Derechos Civiles, poniendo fin de manera legal a la segregación racial. King
asistió a esta ceremonia y un año después, se modificó el sistema electoral a
fin de garantizar el derecho de voto de los afro-estadounidenses.
Su
campaña trascendió fronteras y, en 1964, recibió el Premio Nobel de la Paz,
convirtiéndose, a sus 35 años, en la persona más joven que recibió ese
galardón. Años más tarde, se convertiría en una de las caras visibles del
movimiento en contra de la guerra de Vietnam.
A
pesar de repetidas amenazas e intentos de asesinato, el miércoles 3 de abril de
1968, King llegó a Memphis (Tennessee) para apoyar una huelga de basureros afro-americanos.
Al día siguiente, estando en el balcón de su cuarto en el motel Lorraine, James
Earl Ray, un hombre blanco que había escapado de prisión, lo asesinó de un
disparo en la garganta.
Inmediatamente,
su muerte desató una oleada de disturbios, incendios y saqueos en más de cien
ciudades, provocando 46 víctimas fatales. A los funerales asistieron 300 000
personas y la ciudad de Memphis negoció el fin de la huelga de una manera
favorable para los basureros.
Dos
meses después, James Earl Ray fue capturado en el aeropuerto Heathrow de
Londres, cuando intentaba salir del Reino Unido con un falso pasaporte. Ray fue
extraditado rápidamente a Tennessee y acusado de la muerte de Martin Luther
King. Reconoció el asesinato el 10 de marzo de 1969 y se retractó tres días después,
pero ya había sido condenado a 99 años de prisión.
En
1999, un año después de la muerte de Ray, Coretta Scott King, viuda de Martin
Luther y también dirigente de los derechos civiles, y el resto de la familia
King, ganaron un proceso civil contra Loyd Jowers (propietario de un
restaurante no lejos del Motel) y «otros conspiradores». En diciembre de 1993,
Jowers había aparecido en Prime Time Live de ABC News y había revelado detalles
de una conspiración que supuestamente implicaría a la mafia y al gobierno para
asesinar a Martin Luther. Jowers relató durante el juicio que había recibido
100 000 dólares para organizar el asesinato de Martin Luther King. El jurado de
seis afroamericanos y seis blancos declaró a Jowers culpable. William F.
Pepper, antiguo abogado de Ray, representó a la familia de King durante el proceso
y presentó 70 testigos. Al finalizar el proceso, la familia King había llegado
a la conclusión de que Ray no había tenido nada que ver con el asesinato.
Sin
embargo, en 2000, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos terminó una
investigación sobre las revelaciones de Jowers; no encontró ninguna prueba que
pudiese demostrar una conspiración. El informe del Departamento sostuvo que el
tribunal dio credibilidad a pruebas indirectas y testimonios de segunda mano y recomendó
que no hubiese ninguna nueva investigación en tanto que no se presentasen
nuevas pruebas fiables.