Se cumplen 55 años del fallido intento de invasión a la isla.
Por: Maria Sofía Zelaya
También conocida como invasión a Playa Girón o Batalla de Girón, esta fue una operación militar llevada a cabo por tropas de cubanos exiliados, apoyados por Estados Unidos. Su objetivo era invadir la isla de Cuba para derrocar al régimen de Fidel Castro. En principio, se pretendía crear un gobierno provisional que contara con el apoyo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el reconocimiento de la comunidad internacional. Sin embargo, la iniciativa terminó en un rotundo fracaso pues, en menos de 65 horas, los invasores fueron aplastados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba.
El plan inicial fue diseñado por Richard M. Bisell - alto funcionario de la CIA - y su objetivo era lanzar ataques aéreos sucesivos contra las Fuerzas Aéreas Revolucionarias (la aviación de guerra del gobierno cubano) para destruir sus aparatos en sus aeródromos y ganar así, control del espacio aéreo. Posteriormente, se pretendía invadir la costa sur de Cuba, en un punto cercano a la ciudad de Trinidad, donde se establecería el "gobierno provisional" auspiciado por EE. UU. La elección de este emplazamiento obedecía a su adecuada infraestructura y a que su posición era lo bastante alejada de La Habana para soportar las primeras reacciones del gobierno cubano. Inclusive, en este plan, las sierras de Escambray, constituían una alternativa de escape si fallaba la invasión.
Sin embargo, y por decisión de John F. Kennedy en acuerdo con el Secretario de Estado Dean Rusk - preocupado por la imposibilidad de negar la participación estadounidense en un asalto a tan gran escala - la estrategia se modificó. Ya iniciada la operación, la Casa Blanca ordenó que se redujera la fuerza de 16 a 8 aviones, y en tierra, se cambió el emplazamiento de Trinidad hacia playa Girón, en la bahía de los Cochinos. Tanto los ataques aéreos como las fuerzas terrestres, partirían desde Puerto Cabezas, Nicaragua. Una vez tomada la costa, y durante el desembarco, continuarían los vuelos de abastecimiento y la protección de las fuerzas atacantes. El problema era que, la zona elegida para el desembarco era pantanosa y de difícil acceso, con la vasta Ciénaga de Zapata al oeste y con una sola entrada por tierra en la zona oriental, lo que dificultaba severamente la posibilidad de un escape en caso de fallar el plan.
Desde Puerto Cabezas partieron los buques que transportaban al contingente, integrado por unos 1500 hombres. Richard M. Bisell aprobó las modificaciones sugeridas por Kennedy, y se puso especial énfasis en ocultar el patrocinio estadounidense a la invasión. En la madrugada del sábado 15 de abril de 1961 ocho aviones A-26, con bandera cubana en el fuselaje, bombardearon los aeropuertos militares de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y el aeródromo Antonio Maceo de Santiago de Cuba, con el resultado de 5 aviones destruidos. Sin embargo, el ataque sobre Ciudad Libertad solamente destruyó dos antiguos aparatos P-47 Thunderbolt que eran ya inservibles para las fuerzas aéreas cubanas.
En la mañana del día 15 de abril el embajador cubano en la ONU, Raúl Roa, acusó formalmente a los Estados Unidos de patrocinar una invasión contra Cuba. Aunque el embajador estadounidense ante la ONU, Adlai Stevenson, rechazó las declaraciones de Roa y sostuvo que los aviones atacantes eran en realidad “pilotos cubanos sublevados contra Castro”, la mentira fue descubierta pues Stevenson no había sido informado en detalle sobre la operación militar contra Cuba que su gobierno ya había lanzado horas antes.
Tras conocerse el incidente en Washington D.C. durante la tarde del 15 de abril, los otros dos bombardeos planeados por la CIA para esa misma noche fueron cancelados de inmediato por orden expresa del presidente John F. Kennedy, alegando que “la posición de Estados Unidos no podía quedar comprometida ante el mundo”.
La victoria cubana generó un enorme respaldo político a Fidel Castro entre las masas y permitió que su gobierno profundizara el carácter socialista de la Revolución. Simultáneamente, esta operación neutralizó a la oposición interna debido a la alarma generada durante la invasión. El mismo Che Guevara declaró poco después que, el fracaso estadounidense, había resultado de inestimable ayuda pues "fortaleció como nunca antes el apoyo de las masas cubanas hacia el gobierno de Castro”, sirviendo además de duro revés propagandístico para los EE. UU.
A partir de este hecho, el Bloque Soviético le dio su apoyo incondicional a Castro, quien se integró a él y rompió relaciones con los EEUU. Un año después, la Crisis de los Misiles de Cuba o Crisis de Octubre, profundizó el conflicto y frustró para siempre las aspiraciones de la administración de Kennedy con respecto a destituir el gobierno de La Habana. De hecho, el pacto Kennedy-Jruschev selló un acuerdo entre Estados Unidos y la URSS por el cual Whashington se comprometía a no intentar nunca más interferir con el régimen cubano.
El plan inicial fue diseñado por Richard M. Bisell - alto funcionario de la CIA - y su objetivo era lanzar ataques aéreos sucesivos contra las Fuerzas Aéreas Revolucionarias (la aviación de guerra del gobierno cubano) para destruir sus aparatos en sus aeródromos y ganar así, control del espacio aéreo. Posteriormente, se pretendía invadir la costa sur de Cuba, en un punto cercano a la ciudad de Trinidad, donde se establecería el "gobierno provisional" auspiciado por EE. UU. La elección de este emplazamiento obedecía a su adecuada infraestructura y a que su posición era lo bastante alejada de La Habana para soportar las primeras reacciones del gobierno cubano. Inclusive, en este plan, las sierras de Escambray, constituían una alternativa de escape si fallaba la invasión.
Sin embargo, y por decisión de John F. Kennedy en acuerdo con el Secretario de Estado Dean Rusk - preocupado por la imposibilidad de negar la participación estadounidense en un asalto a tan gran escala - la estrategia se modificó. Ya iniciada la operación, la Casa Blanca ordenó que se redujera la fuerza de 16 a 8 aviones, y en tierra, se cambió el emplazamiento de Trinidad hacia playa Girón, en la bahía de los Cochinos. Tanto los ataques aéreos como las fuerzas terrestres, partirían desde Puerto Cabezas, Nicaragua. Una vez tomada la costa, y durante el desembarco, continuarían los vuelos de abastecimiento y la protección de las fuerzas atacantes. El problema era que, la zona elegida para el desembarco era pantanosa y de difícil acceso, con la vasta Ciénaga de Zapata al oeste y con una sola entrada por tierra en la zona oriental, lo que dificultaba severamente la posibilidad de un escape en caso de fallar el plan.
Desde Puerto Cabezas partieron los buques que transportaban al contingente, integrado por unos 1500 hombres. Richard M. Bisell aprobó las modificaciones sugeridas por Kennedy, y se puso especial énfasis en ocultar el patrocinio estadounidense a la invasión. En la madrugada del sábado 15 de abril de 1961 ocho aviones A-26, con bandera cubana en el fuselaje, bombardearon los aeropuertos militares de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y el aeródromo Antonio Maceo de Santiago de Cuba, con el resultado de 5 aviones destruidos. Sin embargo, el ataque sobre Ciudad Libertad solamente destruyó dos antiguos aparatos P-47 Thunderbolt que eran ya inservibles para las fuerzas aéreas cubanas.
En la mañana del día 15 de abril el embajador cubano en la ONU, Raúl Roa, acusó formalmente a los Estados Unidos de patrocinar una invasión contra Cuba. Aunque el embajador estadounidense ante la ONU, Adlai Stevenson, rechazó las declaraciones de Roa y sostuvo que los aviones atacantes eran en realidad “pilotos cubanos sublevados contra Castro”, la mentira fue descubierta pues Stevenson no había sido informado en detalle sobre la operación militar contra Cuba que su gobierno ya había lanzado horas antes.
Tras conocerse el incidente en Washington D.C. durante la tarde del 15 de abril, los otros dos bombardeos planeados por la CIA para esa misma noche fueron cancelados de inmediato por orden expresa del presidente John F. Kennedy, alegando que “la posición de Estados Unidos no podía quedar comprometida ante el mundo”.
La victoria cubana generó un enorme respaldo político a Fidel Castro entre las masas y permitió que su gobierno profundizara el carácter socialista de la Revolución. Simultáneamente, esta operación neutralizó a la oposición interna debido a la alarma generada durante la invasión. El mismo Che Guevara declaró poco después que, el fracaso estadounidense, había resultado de inestimable ayuda pues "fortaleció como nunca antes el apoyo de las masas cubanas hacia el gobierno de Castro”, sirviendo además de duro revés propagandístico para los EE. UU.
A partir de este hecho, el Bloque Soviético le dio su apoyo incondicional a Castro, quien se integró a él y rompió relaciones con los EEUU. Un año después, la Crisis de los Misiles de Cuba o Crisis de Octubre, profundizó el conflicto y frustró para siempre las aspiraciones de la administración de Kennedy con respecto a destituir el gobierno de La Habana. De hecho, el pacto Kennedy-Jruschev selló un acuerdo entre Estados Unidos y la URSS por el cual Whashington se comprometía a no intentar nunca más interferir con el régimen cubano.
Maria Sofia Zelaya
Colaboradora de la Red Federal de Historia de las Relaciones Internacionales
Departamento de Historia
Instituto de Relaciones Internacionales – U.N.L.P. - 2016
Departamento de Historia
Instituto de Relaciones Internacionales – U.N.L.P. - 2016
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