La
entrada en Roma de 40.000 miembros de las unidades fascistas a fines de octubre
de 1922, marcó el comienzo de 23 años de gobierno fascista en Italia. El mismo serviría de inspiración para
posteriores regímenes autoritarios, como el de Franco en España y el de Hitler
en Alemania.
En
Milán, Benito Mussolini creó
oficialmente el movimiento fascista como una fuerza nacionalista y anti
socialista en marzo de 1919. Haciendo alusión a las insignias de los
magistrados romanos de la Antigüedad, llamó fascios
di combattimento a sus seguidores, simbolizando así el deseo de un orden
político estricto. Mediante sus discursos, el líder expresaba su rechazo y
resentimiento por los términos de los Tratados de Paz que pusieron fin a la
Gran Guerra y en los que no se había concedido a Italia todo lo prometido previamente
por los Aliados. Haciendo referencia a una “victoria mutilada”, las tensiones
sociales crecieron en todo el país y el mensaje de protesta fascista fue
ganando cada vez más adeptos, sobre todo entre las clases medias y altas. Pese
a no haber ganado ninguna banca en las elecciones legislativas de 1919, en
1921, fue creado el Partido Nacional Fascista y ese mismo año obtuvo 35
escaños.
En
un contexto de debilitamiento de la democracia parlamentaria italiana, los
próximos años estuvieron marcados políticamente por las luchas obreras y las
revueltas campesinas. Fue así que los sucesivos gobiernos liberales y
conservadores se mostraron impotentes ante la conflictividad generalizada. Asimismo,
la violencia fascista ejercida por medio de los grupos de choque - los Camisas
Negras - fue en aumento. Ganando cada
vez más apoyos, Mussolini se consideraba redentor de la burguesía y ofrecía
soluciones para remediar la pobreza y el desorden social. Cuando el Partido
propuso su candidatura como Jefe de Gobierno, la reacción de los sectores
socialistas y obreros no se hizo esperar y convocaron a huelgas que fracasaron
debido a la agresiva respuesta de los fascistas.
Fortalecido,
el 24 de octubre de 1922, Mussolini amenazó con marchar sobre Roma si el
gobierno no le era entregado inmediatamente. Cuatro días después, alrededor de
40.000 fascistas salieron de diferentes partes de Italia hacia la Capital con
el objetivo de exigir el poder. Por orden de su líder y futuro “Duce”, se debía
recurrir a la violencia si era necesario. Ante esta situación, el Primer
Ministro, Luigi Facta pidió al Rey Víctor Manuel III que decretara el
estado de sitio en la ciudad. El rey hizo caso omiso de esta petición y, para
evitar un conflicto con las tropas gubernamentales, optó por otorgarle el gobierno
a Mussolini. Al día siguiente, miles de Camisas Negras realizaron un triunfante
desfile por las calles de Roma: los fascistas habían llegado finalmente al
poder. Esta marcha marcó el fin del sistema parlamentario y el principio del
régimen fascista. Empero, el modo por el cual Mussolini accedió al poder,
paradójicamente no contrariaba la entonces constitución italiana, el Statuto Albertino.
La
dictadura no comenzó formalmente de manera inmediata, pero sus bases quedaron establecidas.
Los fascistas fueron tomando progresivamente todos los mecanismos del poder
hasta que, en 1925, Mussolini obtuvo un poder casi ilimitado. Se creó una
policía secreta y se prohibieron los partidos opositores y se suspendieron las
libertades individuales. De este modo, se abrió el camino para la instalación
de los totalitarismos europeos de la primera mitad del siglo XX; una oscura
etapa en la historia del continente.